sábado, 9 de marzo de 2013

MUJER (Breve viaje de género)




Mis manos están atadas a la espalda y el cuerpo a un trapo blanco gigante que sujeta mi torso, mi alma y mi espíritu. No obstante respiro. Golpeo la cabeza en las paredes de este lugar donde otros alaridos blancos retumban con los míos.
Una muy pequeña banderola se sostiene casi llegando al techo, los rayos del sol entran sin permiso y comienzo a sentir un calor de siglos. Soy la bruja en la pira de la morbosidad ajena que contempla el espectáculo, y no escucha mis gritos de inocencia. La Santa Inquisición ha rapado mi cabeza, los cabellos son una invitación al pecado. Ardo indefinidamente ante los ojos de mujeres que habitan la maldad, de niños que asimilan la violencia, y de escupitajos de los hombres que me niegan como género.

Soy Ana la reina consorte, soy los pedazos de huesos luego de rodar mi cabeza por la historia que me maldecirá por no concebir al varón.

Soy Juana la traicionada por su padre, marido e hijo. La castigada por la ambición que vocifera a cuatro vientos mi locura para que el vulgo también me abandone. Soy la usurpada. La loca. Ciegamente enamorada y entregada. Mal vista por amar a un extranjero y ser su mujer en el lecho. El Sagrado Sacramento lava sus pies en la hipocresía. El amor sólo para procrear.

A veces me subo al andamio de los años y caigo entre los explotados para desandarme en canciones y derramarme por el arte de mi tierra. Soy Violeta, la que a pesar del mundo, aún vivo dando gracias a la vida.

Me retuerzo en Magdalena, esquivando las piedras que me perseguirán por siempre. Lapidada por amor y expuesta a la calumnia. Prejuicios ancestrales me plantan frente al espejo del futuro que se repite siempre igual en un círculo vicioso.

Soy una voz y una figura que traen inmensos estandartes, no son caballeros de gran estirpe, son luchadores los que los portan. Vienen al son de bombos con estruendo que reclaman por sus derechos en una tierra tantas veces colonizada. Descalabro de sangre indígena, e inmigrantes y desposeídos. Me he enfermado en intentos. He hecho lo que he podido. A costa de la peor de las traiciones: el desamor, la mentira, la deslealtad del hombre amado. Seguiré ondeando en el grito espasmódico de la Historia. “Quien quiera oír que oiga”.

Soy Alfonsina pariendo poesía sobrellevando muertes para resucitar en libertad. Soy Emily la que gesta soledades. Soy Virginia descubriendo nuevos rumbos soslayando la locura, muriendo en los espacios de mi prosa.

Soy todas y tantas. Soy ésta y aquella. Viví en épocas de cruzadas sangrientas, marché al paso de caudillos y generales. Pasé por todas las cortes, he sido reina, cortesana y ciudadana. Me he sometido al heredero varón y he presenciado la Carta Magna.

Se revuelcan de dolor mis polleras por los hijos maltratados, por los muertos en las guerras, por los vientres asaltados, por las cunas robadas, por la tortura de muchos.
Apogeo de intolerancia. Desborde de violencia. Vuelvo a arder como una hereje. Posesión y celos, combustible para dos que se han amado.
Emerjo del Viejo Mundo escapando del rojo infierno bíblico, sin saber que encontraría uno nuevo, el infierno blanco.

Sigo a oscuras. Está mi cuerpo rodeado por mí misma. Me han depositado en esta parte de la historia del universo. Aquí estoy, llevo puestos todos los nombres de mujeres, y vuelvo una y otra vez, para reparar las tres consonantes y las dos vocales encerradas en este chaleco que me quita las fuerzas planetarias.
Norma Aristeguy

La pintura que ilustra este texto es de: John William Waterhouse.