sábado, 18 de mayo de 2013

DE...




De...Cuántos sinsabores caben en una palabra extremadamente
corta y tan vieja como el mundo. Es de...y ya ahí comienza una historia, que tiene que ver con la posesión y las posesiones, parienta cercana de la ambición y el egoísmo.

Mujeres ... la pertenencia de. Los padres, los hijos, el marido de...
La casa, el trabajo. La vida de…
La preposición se oculta hasta en el apellido. Un buen día una comprende que nuestro ser acá en la tierra es de alguien y más allá, también.
De pronto somos el honor de, o la desesperación de, o la perdición de…

En nuestro idioma, se casó al principio de las letras, una vocal con una consonante, en el inglés también. ¿Será ése el comienzo del sometimiento?
¿Serán dos letras las causantes del mal en el mundo?

Todo aquí tiene dueño: la pobreza, la riqueza, la guerra, la miseria, la salud, la enfermedad, la traición, la esperanza, la paz...Y todo pasa por el puente de la palabrita, es el nexo cómplice, el sonido siempre con voz de mando, de decreto, de decisión.

A veces es la presente ausente. En la desnutrición es la falta de...y sigue siendo la aliada de los perversos, o, lo que es peor, de lo perverso, de esa manera su alcance en esta persecución es casi hasta el infinito.

Probablemente no ha reparado, amparada en el poder que le ha dado su significado, que es presa de una enfermedad endémica, el analfabetismo. Y que éste es sumamente peligroso no sólo para quién lo porta, sino también para el resto, porque contagia a dueños, patrones, conquistadores y evangelizadores. Es el camino seguro a la invasión enmascarada de... la palabra, el pensamiento, la bandera que golpea con costumbres extrañas, ajenas, en el carnaval de...la cultura importada con el caos pegándole en los talones.

Hay un payaso siniestro vestido de plata y oro que se gesta en su panza de preposición acaudalada, seduciendo a unas y a otras, a vocales y consonantes, y riendo a carcajadas de la ley les hace cosquillas a los jueces, hasta conseguir un grado de risa tal, que vuelca los tratados en la copa del deshonor, o prende fuego a los demás signos hasta lograr la muerte de una palabra: razón.

Siguiendo el hilo de la coherencia amontonamos sonidos, para encontrar siempre un dueño en los extremos.
La risa se convierte en la mueca descarada de...alguien, y se instala en el alma de...las sombras del poder.

Muy pequeña en apariencia pero su onda expansiva abarca desde lo cotidiano a lo planetario. Baja y regordeta en nuestro idioma, enjuta y reprimida en el inglés, ambas son una sola idea: acaparar.

Con igual sonido que la cuarta letra del alfabeto castellano, sola o acompañada, tal vez para confundir.

El mundo es de...el país es de...somos de...soy de...Ni la magia puede salvarnos.

O quizá, si mudáramos de pensamiento, si nos sintiéramos en...
en la esperanza...
No.
Aún seguiría siendo la esperanza de...


NORMA ARISTEGUY

sábado, 4 de mayo de 2013

IMPERDONABLES COBARDÍAS




Imagen: Norma Aristeguy. (Pastel sobre cartón)



Me pregunto por qué, por qué has aparecido como un ramalazo de vida pronto a sucumbir.
¿Quién te ha hablado de mí?

Habían muerto todas las letras de tu nombre, fui a tu funeral y ellas me acompañaron, lloraron en mis ojos, y se despidieron de vos enfilando primero las consonantes, y luego por partes iguales, las vocales.

Me quedé entre la brisa de la tarde y tus palabras. Me arrodillé frente a tu tumba y recordé nuestra canción.

Escuché el canto de los pájaros a esa hora de la tarde en que también ella desfallecía, volví a limpiar para dar brillo a las dos sílabas de tu nombre, puse una flor estrujada sobre tu última cita, miré a mi alrededor bebiéndome cada ruido del paisaje para que ya no despertaras jamás.

Te dije adiós entonces con la rabia de quedarme sola, con el pesar de tu muerte repentina. Comencé a usar el reloj mudo, sin horas que me marcaran tu falta.

Me puse de pie, me vestí de rojo, me prendí un par de aros de luz, levanté la cabeza y salí de allí.
Hice la señal de la cruz, lo que no era costumbre en mí, pero lo hice, como un conjuro irrespetuoso por hacerte responsable de tu muerte.

No hubo cortejo. Estaba sola. Un inmenso desierto se presentaba frente a mí. Otra vida diferente me esperaba y desde ese mismo momento aparté los signos que te recordasen. Las noches en que soplaba el viento espanté lejos a los sonidos que pudieran traerte de regreso.

No usé luto, ni tristezas, jamás mi boca te volvió a nombrar. Jamás nadie se atrevió a preguntarme.

Me moví por un abecedario roto, con agujeros en su hilera. Vos no estabas. No existías.

Hasta esa mañana de otoño en que viniste a buscarme tembloroso, y te atreviste a poner tu voz en mi nombre. ¡Tu voz! ¿Por qué no la enterré también aquella mañana veintitrés años antes? ¿O fueron cien?

¿Qué culpas de amor te han abrasado a fuego lento para destruir así la paz de mi propia muerte?

Estoy sorda. ¿Es que no lo ves?

Ya es tarde. No te escucho ni te veo. No soy yo, soy otra, y hasta el fantasma de tu sombra me resulta un desconocido.

Norma Aristeguy.